Cuando la luz de ese día...
ISMN : 979-0-2325-4137-2
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“La esencia misma de la vida es el movimiento”. J. London
El punto de partida para la elaboración del discurso sonoro de la obra es el gesto de los primeros compases introducidos por el piano. Este está constituido por dos acciones (Arsis – Tesis), que se podrían definir con un carácter activo – rápido (impulso) y pasivo – estable (peso), respectivamente. A lo largo de la pieza estas acciones están trabajadas, conjuntamente o por separado, con técnicas propias de la tradición (reducción, amplificación, retrogradación…). Sobre la segunda de las acciones se proyecta un objeto sonoro cuyos sonidos, “nacidos” del impulso, se van diluyendo paulatinamente.
El sonido está tratado como un microorganismo viviente, donde el impulso o peso puede servir para todas las dimensiones de la composición: macro y micro forma, elección del espacio sonoro, profundidad del sonido y/o perforación de este, arquitectura interna de los organismos sonoros, el movimiento de los eventos sonoros… Para todo ello he utilizado diferentes tejidos microinterválicos (en cuerdas y fagot), elaborados a partir de calidades sonoro- armónicas resultantes de relaciones interválicas establecidas a partir de las alturas y respectivos espectros, propias del registro más grave de cada uno de los instrumentos del cuarteto.
Muchos de los aspectos trabajados en la obra fueron objeto de estudio y discusión en las clases impartidas por el maestro José Manuel López en la Cátedra “Manuel de Falla”. El título de la misma hace referencia a un acontecimiento acaecido durante el desarrollo del curso. En un principio quería titularla “Ola de luz”, aunque lo desestimé por ser demasiado “noniano”, y podía conducir a establecer algún tipo de analogía con éste.
Esta obra está dedicada por amistad, agradecimiento y respeto a J. M. López, así como a mi amigo, compañero de viaje y comunes inquietudes, Manuel AñónPages - 78